ARTE CONTEMPORANEO PRIVADO

Federico Utrera
Cada día que pasa queda más en evidencia que las múltiples y variadas maneras de exponer arte se reducen en esencia a dos: museos, centros e institutos públicos, al abrigo del presupuesto oficial, y galerías y foros privados, donde las iniciativas asumen mayor riesgo y quizás por ello gozan de mayor credibilidad. La última gran feria de arte contemporáneo celebrada en España (Arco 2003) dejó patente estas dos formas de entender la exhibición artística, que contrastan en su concepto de forma diáfana. Existe pues una cobertura pública que los foros estatales, como también lo es el Gobierno de Canarias, realizan a través de diversos programas, como el de "Canarias Crea [03]", y conviven igualmente galerías, sobre todo galeristas, que han hecho de su vida una apuesta por el arte de manera independiente y más pegada a la inquietud y curiosidad ciudadana. Las comparaciones, en este caso, no sólo no son odiosas sino que arrojan cierta claridad.

Una de mis más raras obsesiones, por la que suelo pedir disculpas, es la de ponerle el termómetro a esa cobertura privada y pública del arte puesta en paralelo, pero no en competencia, al hilo de las fiestas, presentaciones y cócteles que se organizan con abundante generosidad para saciar una sed y un hambre no precisamente estética. Entre las megalomanías y lo escueto y austero prefiero ésto último por una cuestión de mínimo rubor ante el consumo de lo ajeno. Por eso siempre opto preferentemente por darle voz a los artistas y galerías que exponen así, al márgen de zánganos y lepidópteros que, sin ser un experto en zoología humana, podría definir como aquellos seres vivos de cabeza pequeña, grandes antenas y una especie de trompa por donde lo succionan todo. De momento los conocemos, o lo que puede ser peor, los vamos conociendo.

En la última edición de esa feria internacional de arte contemporáneo contacté por ello con las galerías Línea (Lanzarote), Vegueta y Ojeda (Gran Canaria), Leyendecker (Tenerife), Elba Benítez (Madrid), J. Johnson Galery (Florida), Galerie 1900 * 2000 (París), Guillermo de Osma y Leandro Navarro (Madrid), Jan Krugier (Ginebra), Oriol (Barcelona) y Stefan Röpke (Colonia). Todas expusieron artistas que viven o son de Canarias. A su lado, me preocupé también por observar la puesta en escena de centros de arte públicos como el Instituto Oscar Domínguez (que no exhibió, al menos en los primeros días de la feria, obras del autor que lleva su nombre), el Centro Atlántico de Arte Moderno y el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, foros que se pueden completar con el citado de "Canarias Crea [03]", que ha utilizado de nuevo el voluptuoso marco del Jardín Botánico de Madrid para ofrecer la excelente exposición "Constelación", esta vez con la presencia de Cristino de Vera. Afortunadamente, con ello se constata que en la edición anterior esa ausencia no fue intencionada sino un despiste corregido ahora, algo vamos avanzando. La mirada neutral hacia todos estos artistas y galeristas, que representan una muestra suficiente, puede arrojar algunas conclusiones sobre la salud actual de nuestro panorama artístico más cercano.

La primera gran sorpresa con la que tropiezas al abordar lo moderno en Canarias se refiere al mundo de la crítica y se llama Antonio Zaya. Incrustado en la organización de Arco, sector revistas y galerías americanas, la edición felizmente bilingüe del último número de la revista Atlántica de Arte y Pensamiento es sencillamente magistral. En las antípodas de lo que suele ser un burócrata artístico, Antonio Zaya es el heredero de toda una tradición cosmopolita y vanguardista en las Islas y sólo la publicación de la interesantísima entrevista que Hans Ulrich Obrist le hace a ese genial y original pintor que es Roberto Matta, hablando de urbanismo y de la urgente necesidad de una Sociedad de Religiones como ya se creó una Sociedad de Naciones, justifica por sí sólo ese ejemplar. Y de propina, se ve complementado con las experiencias de Michelangelo Pistoletto, de profesión utopista e inventor de Cittadellarte, laboratorio de transformación social que aborda la economía, la política, la educación, la producción, el mercado y pone en movimiento un arte vinculado a la textura social. Algunas de estas ideas que rondan por la cabeza de Antonio Zaya le acreditan tanto como descubridor de talentos como programador solvente, editor y comisario independiente y es un regalo para la vista y la inteligencia verle dinamizar espacios culturales aquí y acuyá, olfateando la calidad por todo el planeta.

Fue él precisamente quién me presentó a alguien que yo ya buscaba: Carlos Betancourt, fotógrafo procedente de Puerto Rico y afincado en Miami, que venía a España de la mano de la J. Johnson Galery (Florida). De ancestros canarios y posiblemente franceses, pinta cuerpos e ideogramas, se divierte trabajando y se aplica una disciplina que ya está dando sus frutos, pues su ciudad le ha pedido una de sus obras más playeras. Mientras él viajaba hacia Jacksonville tras un mes en España y elogiando la calidad de la muestra madrileña en comparación con la de Basilea, hasta ahora la primera del mundo, recordé la recreación que hizo de una de las más célebres imágenes del 11-S: una joven ejecutiva vestida de Chanel que, sentada a los pies de un edificio semiderruido, sangraba de la cabeza a los pies. Los chorros manando de arriba a abajo fueron transformados por Betancourt en una modelo cubierta de arena pintada de granate, pero con la misma vacía y hueca mirada de desolación.

Otros aventureros del Arte, editores europeos de prestigio en la estampación del grabado, son Jorge Marsá y Dora Castillo, que llevan admirablemente bien la Galería Línea, y que este año trabajan a fondo con Barceló, Chillida y Sicilia, como antes lo han hecho con Broto, Cristina Iglesias o Susana Solano. Que sus "Cuadernos del Sureste" estén pasando por lo que están pasando clama al cielo del Astrofísico, que es inmensamente grande, y dice mucho en contra de la tolerancia y libertad de expresión en Lanzarote. En lugar de ser saludados como un soplo de viento crítico e independiente, aire fresco que descontamina el enrarecido, se les persigue judicialmente por quebrar con letra impresa los cacicatos de toda la vida. La inteligencia es un arma de pensamiento masivo y como tal, un elemento a batir extremadamente peligroso. Cuando algún día reparen en que la Galería Línea está asociando el nombre de la isla al arte de calidad a nivel internacional, gracias a la habilidad con la que César Manrique los embaucó y embarcó a miles de kilómetros de su domicilio habitual, algunos políticos y funcionarios se llevarán las manos a la cabeza por lo que está pasando. Puede que algunos votantes también, pues con unas elecciones a la vuelta, estas inquinas se hacen aún más incomprensibles.

Y si hablamos de dimensión internacional no podemos dejar al margen a la más potente, la Galería Marlborough (Nueva York-Londres-Tokio-Zurich-Madrid, aunque ahora se ha extendido a Buenos Aires, Santiago de Chile, Florida y Mónaco). Veteranos como Martín Chirino ya están en ella junto a Luis Gordillo y Fernando Botero pero también nuevos valores como Juan Genovés o Abraham La Calle. El espacio se acaba, por lo que será la próxima semana cuando haya que ponerle nombre propio y también apellidos al resto de todo lo extraordinario, y su inseparable envés, el desvarío, que acontece muy cerca nuestro y que quizás ignoramos.